Viernes 29 de Marzo de 2024

RELIGION

29 de febrero de 2020

Mensaje para la Cuaresma 2020 de Pedro Laxague, Obispo de Zárate – Campana

Desgrabación: Homilía de la Misa vespertina en Miércoles de Ceniza 26 de febrero. Catedral Santa Florentina de Campana.

San Pablo nos decía en la segunda Lectura (Segunda Carta a los Corintios 5, 20 -6.2) que nosotros somos los embajadores de Cristo. Ustedes saben que los embajadores no hablan por sí mismos, sino que lo hacen por aquellos que representan. Cuando dicen algo uno sabe que es lo que piensa el gobierno que los envió, por eso Pablo usa esta palabra. Esto nos viene bien porque muchas veces relativizamos las palabras que escuchamos: esto lo dice fulano...esto lo dijo el otro, y ya Pablo decía ¿Al final ustedes a quien siguen a fulano, al otro, a aquel? No, nosotros seguimos a Cristo. Entonces hay una doble obligación: por un lado nosotros tenemos que predicar a Cristo, únicamente a Cristo y por otro lado tenemos que escuchar lo que Cristo nos dice.

Estamos iniciando una nueva Cuaresma  ¿Cuántas Cuaresmas hemos vivido? ¡Una por año! Pero las que recordamos son menos.  ¿Y por qué será que la Iglesia que es Madre – la Iglesia de Cristo -  nos hace recorrer todos los años este camino Cuaresmal? Porque nosotros  lo necesitamos. Precisamos recorrerla, y volver a lo esencial. Así como muchas veces nos proponemos empezar o retomar alguna actividad (quiero empezar a tejer otra vez por ej.), en la vida espiritual nos pasa lo mismo. Entonces es bueno tener cada año este tiempo tan privilegiado que llamamos Cuaresma.

La Cuaresma viene de cuarenta, quiere decir cuarenta, son los cuarenta días que preceden a la Pascua de Jesús.  La Cuaresma mira a la Pascua, no nos olvidemos de esto.....nosotros caminamos hacia la Pascua, nos estamos preparando y estamos mirando esa Pascua que viene. Nos estamos preparando para celebrarla con todo el corazón, de eso se trata. Es un camino breve.... ¡Cuarenta días pasan volando!, pero si lo hacemos bien es suficiente.  

La Cuaresma está centrada en tres pasos (ya en tiempo del Antiguo Testamento se practicaba eso): la limosna, la oración y el ayuno; de esto habla la primera Lectura (Joel 2,12 -18) y el Evangelio (Mateo 6, 1-6.16 -18). Jesús retoma estos tres pasos tan importantes que nos van a ayudar a caminar en estos cuarenta días. Antes de centrarnos en estos tres pasos, veamos lo que nos decía el profeta Joel hace 2500 años más o menos – 400 o 500 años A. C.- : "Vuelvan a mí de todo Corazón". Esto es central, sino hacemos ese camino hacia Cristo, sino nos convertimos y volvemos a Él, no servirá para nada.....Podemos ir a todas las misas, rezar todos los rosarios y vía Crucis, dar limosna, pero no valdrá de nada.  Tenemos que estar íntimamente - desde adentro - convencidos de todo esto.

¿Cómo vamos a hacer para volver a Dios de todo corazón? El profeta nos dice "desgarrando" el corazón.  ¿Qué haremos? ¿Romperlo? No, no tenemos que romperlo, sino "abrirlo" (eso significa desgarrarlo). Abrirlo para que el corazón saque lo que tiene de bueno, mirar ese corazón, y poder entrar en lo secreto del mismo. El único que puede ver en lo secreto es Dios, nadie más.....ni un cirujano en una operación, solo Dios sabe lo que hay en el corazón de cada uno de nosotros.  Con los labios nosotros podemos decir y manifestar cosas, pero la intimidad del corazón es algo muy secreto. Ni siquiera los más enamorados puede saber que siente el otro realmente ¡Qué gran misterio! ¿No? Los esposos se preguntan ¿Y qué pensará mi marido? ¿Qué pensará mi mujer? Esto no es para atormentarnos, es porque es un lugar muy secreto, al que solo accede Dios. En estos cuarenta días tenemos que mirar mucho lo que dice y hace nuestro corazón.  Esto es clave para que todo lo que hagamos después sea puramente auténtico, y no sea algo realizado por costumbre o tradición. Si bien puede ser algo bueno, no nos va a ayudar a preparar bien esta Pascua 2020.

Jesús nos dice: Cuando hacemos justicia, cuando damos la limosna, si lo hacemos para que lo vea el otro, o para sacarnos de encima a alguien, eso no es de corazón. Es fácil entender, el color de la intención: estamos mirando a ver quién nos ve, entonces damos. Si vemos que los otros ponen más, nosotros ponemos un poquito más para no quedar mal. Estar calculando....eso no es de Dios....es claro y Jesús nos lo dice, si damos porque todos dan, o hacemos porque todos lo hacen. Por ej. dejándonos llevar por una campaña solidaria que convocan por televisión ...no está mal, se hace algo bueno, se siente que cumplimos, te anotaron en la lista de donantes, se tranquiliza la conciencia....hacer las cosas de corazón es algo mucho más profundo y serio. No hay que asustarse por esto....tenemos cuarenta días para trabajar ese tema que es central en la vida de todo cristiano.

Cuando rezamos, muchas veces lo hacemos solo por costumbre, por hábito. Repetimos oraciones, nos gusta decirlas, nos hace bien....pero no estamos hablando con Dios, estamos diciendo algo que nos gusta. En la oración de corazón es necesario a veces aislarnos, para tener un momento de intimidad y que nadie nos moleste, apagar el celular, meditar lo que dice el Señor con su Palabra. San Agustín decía: que cuando uno le dice a Dios lo que siente, lo que hay en su corazón, no es para que Dios lo oiga, dado que Dios lee los corazones, no necesita que hablemos ni gritemos, o que yo le hable por un micrófono.....Este tipo de oración sostenía Agustín, era decirnos a nosotros mismos lo que hay en nuestro corazón, y esto a nosotros nos hace bien, nos refuerza....es de algún modo como que Dios me ayuda a que me diga a mí mismo lo que Él me dice (hacemos eco de su Voz). Dios no nos habla directamente, pero si lo oímos o vemos actuar a través de la acción de otras personas que hacen cosas buenas.

Nos queda el tema del ayuno, y no el relacionado con cuestiones médicas, que recomiendan los médicos, y hacen muy bien. El ayuno cristiano es privarse de algo que nos gusta mucho, de algo que hacemos siempre: nos ayuda a fortalecer la voluntad y además para poder darlo al otro, para compartirlo. Por ej. sino como algo, esa plata la dono, ya no es mía, lo quise ayunar. ¿Se entiende? Tiene que tener un efecto y trascender hacia los demás.  En las Escrituras se habla mucho del desierto, de ir a él, la Cuaresma es eso también  dado que en el desierto uno se aleja de muchos ruidos, cosas que nos alejan de Dios, nos distraen. No se vayan al desierto....además aquí no hay ninguno cerca, recién han vuelto de las vacaciones, y no hace falta hacer ese viaje. Es buscar lo que hay en nuestro corazón, oírnos y también acercarnos a otros que viven en un desierto. Hay gente acá en Campana que vive en el desierto: los que están solos, abandonados, sin ser aceptados en sus familias, los adictos que no encuentran sentido a sus vidas. Están en las periferias existenciales. No es necesario entonces irnos a un desierto, vayamos al encuentro de esas personas que nosotros conocemos y están en el desierto de la vida. En Cuaresma es bueno acercarse a la gente que no tiene las cosas normales que nosotros tenemos....pensamos que nos falta algo....pero tenemos lo necesario y a veces nos sobran cosas (a algunos más que otros). Hay gente que no tiene nada, ni siquiera cuentan con lo elemental: ese es el desierto en el que viven hermanos nuestros y nos haría mucho bien ayudarlos.

Todo esto nos va a ayudar a vivir la Cuaresma.

Ahora vamos a hacer algo simbólico: la bendición y posterior imposición de las cenizas.  La ceniza que significa el polvo, esa nada....en medio del universo creado por Dios ¿Qué somos nosotros en toda esa grandeza? Cada uno de nosotros es menos que un granito de arena en la playa, y sin embargo Dios nos ama mucho y nos promete todo: Él nos promete algo muy grande (la Vida Eterna). Eso es la ceniza, un signo que nos recuerda que no somos nada, pero sin embargo estamos llamados a todo.  También podemos verla como la ceniza del fuego que hay en nuestro corazón, si abrimos el corazón la ceniza "revive" y el fuego se enciende. Se los dejo para que lo piensen a esto....La cruz con la que nos vamos hoy en la frente tiene que recordarnos que no valemos nada, y Dios nos da todo.....y entonces yo con Dios ¿Qué diálogo tengo? ¿Qué oración tengo? ¿Qué encuentro tengo con Dios y a que desierto voy para encontrarlo? Cada uno sabrá buscar y encontrar el propio desierto que a veces está en nuestra propia casa.  Propongámonos ir con Dios para que quien lo necesite vuelva a vivir, que la ceniza se convierta en fuego.

 

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